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Channel: sarampion – El Blog Solidario
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Semana Mundial de la Vacunación: un día en la vida de un vacunador en Malí

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Por Fatou Diagne, UNICEF Malí

Adama Traoré vive en Sadiola, un pueblo de la región de Kayes, en el oeste de Malí. Lleva más de diez años trabajando como vacunador en el centro de salud comunitario.

“Cuando era joven tenía unos vecinos que eran pobres. Un día uno de los hijos enfermó de repente. Le salieron manchas rojas en el cuerpo y tenía mucha fiebre. Tenía sarampión, pero los padres no tenían dinero para llevarle al hospital ni para comprar medicamentos. Después de una semana de sufrimiento, otro vecino decidió llevarle al hospital. Tuvo suerte y se recuperó por complete, pero su hermano mayor, al que le había ocurrido lo mismo dos años antes, no tuvo tanta suerte y murió. Por eso decidí hacerme vacunador”.

Quería mejorar la salud de los niños de su comunidad: “Estamos en una zona de minas de oro, y muchas familias trabajan y viven aquí, con sus hijos completamente aislados y privados de cualquier tipo de atención”.

Adama vacunando a un niño en las minas de oro. Llega hasta allí en un peligroso viaje en moto. /©UNICEF/UN0293785/Keïta

Hoy acompañamos a Adama en su visita a los niños de las minas de oro de Massakama.

A las 7:30 de la mañana Adama deja su casa rumbo a la primera parada: el centro de salud comunitario de Sadiola. Una vez allí coge su moto y continúa hasta el centro de salud de Kobokotossou, donde recoge las vacunas. Es el centro más cercano a su destino final, Massakama. Gracias al apoyo de Canadá, UNICEF ha podido equipar este centro con un frigorífico solar para mantener las vacunas a una temperatura constante.

Hasta ahora Adama ha recorrido 60 kilómetros, pero tiene otros 50 por delante. En su moto lleva con total cuidado la caja de vacunas, el registro de vacunación y una caja de guantes. “Antes de salir me aseguro de que todo va bien sujeto y compruebo por última vez si llevo todas las vacunas básicas que pueda necesitar, porque cada vacuna puede salvar una vida infantil: tos ferina, tuberculosis, tétanos, polio, sarampión y difteria, hepatitis, diarrea, neumonía, fiebre amarilla y meningitis.

Son las 8:30 de la mañana y, bajo un sol abrasador, el termómetro se acerca a los 40 grados. Adama empieza su carrera contrarreloj para llegar a las minas de oro, vacunar al máximo número de niños posible y volver a casa antes de que anochezca. La carretera por la que debe viajar es complicada, está aislada y carece de infraestructuras. Es un viaje peligroso.

Después de conducir durante dos horas, finalmente llega a Massakama. Está agotado, pero decidido.

Las minas de oro de Massakama están cerca de la frontera con Senegal. Más de 2.000 personas, incluidas familias con niños, viven aquí. No hay escuela ni centros de salud. Sin ninguna otra opción, muchos de los niños trabajan, privados de sus derechos a protección, educación, supervivencia y desarrollo.

Mariam*, de 14 años, lleva trabajando cinco años en las minas de oro. Nunca ha ido al colegio. “Quiero irme de aquí, estoy cansada. Sueño con ir a la escuela como mis amigos”.

En cuanto Adama llega con su moto, madres y niños se acercan corriendo a él.

“Empecé a trabajar y nunca pude llevar a mi hijo a vacunar”, cuenta la madre de un bebé de 6 meses. “He oído que ha habido casos de sarampión entre adolescentes en Senegal. Si no vacuno a mi hijo podría coger la enfermedad y morir”.

Por cada niño vacunado, Adama apunta información en su registro. Una vez que se queda sin vacunas, toma nota de los niños que necesitarán dosis en su próxima visita.

A las 2 de la tarde dice a los padres que volverá la siguiente semana. Coloca todo de nuevo en la moto para volver a Sadiola antes de que oscurezca.

Adama hace un trabajo increíble”, cuenta el jefe de la villa de Massakama. “Aquí, los padres pasan sus días buscando oro y terminan muy tarde. Sin este sistema de vacunación móvil, la mayoría de ellos no podrían vacunar a sus hijos”.

UNICEF y aliados como Gavi están apoyando al Ministerio de Sanidad para llevar vacunas directamente a los niños más aislados y vulnerables. En la región de Kayes, solo el 41% de los niños recibe todas las vacunas que necesita para mantenerse sanos”.

*Nombre y edad cambiados


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